Hundimiento del buque Libertad
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Hundimiento del Buque Libertad. Buque auxiliar cubano, víctima de un ataque por un submarino alemán, el U-129, en aguas del Océano Atlántico, el 4 de diciembre de 1943.
Contenido
Datos del hecho
A fines de Noviembre de 1943, el buque cubano “Libertad” salió del puerto de Antilla con un cargamento de azúcar detinado a un puerto norteamericano del norte de Cabo Aterras. El disco de carga no se veía. El buque como era usual en la guerra, iba sobrecargado, había que aprovechar hasta el último espacio de carga para cooperar con el esfuerzo bélico.
Sus tripulantes
Era Moisés Gondra el Capitán, Jorge Salvat el Primer Oficial y de Segundo, en sustitución de Mateo Cisneros iba José Hernández Cabañas. La plaza de Tercero que hasta entonces ocupara Alejandro González Brito, había quedado vacante. Brito, a pesar de que Hernández Cabañas quería quedarse en tierra por un mes para contraer nupcias, no había accedido a sustituir a éste por un viaje y bromeando le había dicho: - Mira Cabañas, las aguas del Norte del Atlántico son muy frías y no quiero bañarme en ella ….!. ¡Qué ajeno estaba que su broma iba a convertirse en una realidad para todos los tripulantes que se hacían a la mar en ese viaje….!
Un viaje rutinario cepillando la cayería cubana, llevó al “Libertad” hasta Port Everglades en donde se hizo escala para recibir instrucciones de ruta. De Port Everglades salió el carguero con órdenes de incorporarse a un convoy de once buques – incluyendo el propio “Libertad” – por la ruta prefijada comenzaron todos a navegar siguiendo las normas del convoy.
Dos de los buques quedaron prontamente rezagados y el convoy quedó reducido a tres columnas de tres buques cada una. Al “Libertad” le correspondió la posición 1 – 3, es decir: el buque de la cola en la columna de tierra. Como protección llevaban dos cazasubmarinos navegando en descubierta y uno en cada flanco; pero la retaguardia quedó sin protección.
Relato de la tragedia
En la madrugada del 4 de diciembre el “Libertad” navegando a rumbo 041 se dirigía a un punto fijado a 50 millas al Este del Cabo Aterras, para de allí dirigirse a Cabo Henry y proseguir después hacia Baltimore, que era el puerto de destino. A medianoche, el Capitán Gondra y Hernández Cabañas habían abandonado el puente tras cumplir seis horas de guardia de mar y el Primer Oficial Jorge Salvat se había hecho cargo de la nueva guardía.
Exactamente al filo de las cuatro de la madrugada se sintió una explosión seguida de una gran sacudida y el buque comenzó a escorarse rápidamente por la banda de babor. Un submarino enemigo navegando por la banda de tierra y aprovechando la escasa vigilancia que había en la retaguardia del convoy se había anotado un blanco más en su record. Hernández Cabañas salió apresuradamente de su camarote y en la Cámara se encontró con Mario González Cabrera que le dijo: ¡Nos han torpedeado!
Cabañas que no iba provisto de su chaleco salvavidas se orientó hacia el puente rápidamente, al mismo tiempo que lo hacía el Capitán Gondra y quién ya en el puente comenzó a pitar para solicitar auxilio y alertar a los otros buques. Salvat se fue hacia la cubierta de los botes pero no había tiempo materialmente para nada y no pudo dirigir el zafarrancho de abandono en unión de algunos tripulantes. El buque sobrecargado y sin reserva de flotabilidad se iba rápidamente hundiendo de popa.
El Contramaestre Calixto Aguayo tuvo tiempo de soltar la balsa grande de estribor y Cabañas al apreciar lo trágico de la situación bajo el puente a buscar su chaleco y al ver en la cubierta el anillo salvavidas se lo puso y segundos más tarde ya se iba hacia las profundidades de la mar arrastrado por la succión del buque. Sin embargo el anillo salvador lo sacó prontamente a flote saliendo junto a una escala pasarela en donde encontró otro anillo salvavidas. La desesperación. La noche era oscura, no había luna. Se escuchaban numerosas voces: unos pidiendo ayuda y otros alentando y animando a los que podían identificar.
Cabañas escuchó cerca de donde se encontraba los gritos de Rodríguez Iriepa – un Ayudante de Máquinas – y quien estaba asido a una tabla y pedía ayuda, la cual prestó Cabañas enseguida, nadando hasta donde aquel se hallaba y dándole el salvavidas que había encontrado en la pasarela. Una hora más tarde, a las voces de Iriepa y Cabañas respondió Calixto Aguayo quien a bordo de la balsa grande había logrado rescatar a ocho supervivientes y les grito: ¡Cabañas no te muevas que te tengo localizado! Y poco después llegó hasta ello salvándolos de una muerte cierta.
El amanecer
Al amanecer divisaron a no mucha distancia a otra balsa y a la cual se acercaron, encontrando en ella al Cocinero Pedroso y a otro Ayudante de Máquinas. A renglón seguido los supervivientes se repartieron entre las dos balsas y comenzaron a navegar en conserva. Se hizo un recuento de las provisiones: había bastante y de todo. La mar era de fuerza cuatro con viento bastante frío del NE.
Como la zona era recalada obligada para casi todos los convoyes, todos estaban animados de la esperanza de que pronto serían encontrados; sin embargo, descursó el día, volvió la noche y no fue hasta las cuatro de la tarde del día siguiente o sea el día 5, que la Fragata “Nachez” al mando del Capitán Mac Coy los recogió a todos.
Al subir a la Fragata se reunieron con Julio Cabarrocas y Melchor de León que había sido rescatados primero. Otra mañana más. A la mañana siguiente, como a las ocho, la Fragata que había continuado la búsqueda de los posibles sobrevivientes, divisó un bote volcado y al cual se asían desesperadamente Salvador Norman, Rufino Nadal, el timonel Del Valle y otro tripulantes mas.
La búsqueda
La búsqueda se extendió por dos días más finalmente cuando ya se perdieron las esperanzas de dar con más tripulantes, la Fragata se encaminó a Merehead City, donde todos los marinos desembarcaron siendo trasladados a Norfolk. Tras las investigaciones y declaraciones de rigor fueron enviados por tren a Miami. Ya en este puerto les esperaban 3 cazasubmarinos cubanos que se encargaron de conducirlos hasta La Habana, donde arribaron el 13 de diciembre.
El regreso
El regreso de los tripulantes fue una mezcla de inmensa alegría y dolor compartoda entre los familiares de los 18 supervivientes, y los 25 desaparecidos, perdiendo sus vidas cumpliendo con su deber.
Fuente
- Revista Rumbos. Volumen 1 No.1 Julio, Agosto 1985.